Lorna Jean King fue una de las pioneras en usar la terapia ocupacional a manera de promover la integración sensorial en individuos con autismo. Ella fue la fundadora del “Centro de Niños para los Estudios del Neurodesarrollo” en Phoenix, Arizona donde muchas de estas técnicas se generaron. Bernard Rimland, Jean Ayres, y Margaret Creedon exaltaron las virtudes de Lorna y fueron amistades cercanas.
Lorna dijo una vez que la mayoría de las personas con trastorno del espectro autista (TEA) tienen una forma de parálisis cerebral (PC). Según sus observaciones algunos adolescentes y adultos en el espectro autista elevan sus brazos involuntariamente cuando corren. Este comportamiento motor se exacerbaba en adultos y no suele ser fácilmente observado en niños. Steve Edelson, Director del Instituto de Investigación sobre el Autismo (ARI), también se ha preguntado si esta conexión pudiera explicar algunos movimientos motores menores observados en los trastornos del espectro autista (TEA).
La parálisis cerebral es un grupo de trastornos del movimiento, de índole permanente, causados por daño al cerebro, específicamente, aquellas partes que controlan el movimiento, el equilibrio o la postura. Además de los trastornos del movimiento, un número significativo de individuos con parálisis cerebral también manifiestan epilepsia, problemas de aprendizaje, y problemas de comunicación. Además, por razones no fácilmente aparentes, la parálisis cerebral es más común en niños que en niñas. Todos estos síntomas se observan en los TEA. Por lo tanto, no es de extrañar que, según estudios epidemiológicos, aproximadamente el 7% de los pacientes con PC tienen el diagnostico de TEA (véase también Christensen et al., 2013). Esta asociación se hace más significativa cuando uno se da cuenta de que la prevalencia de TEA entre los niños con PC (7%) es significativamente mayor que entre los que no padecen de parálisis cerebral (1%) (CDC, 2012).
Recientemente, científicos de la Universidad de Routgers han informado que micromovimientos pueden ser una característica central del TEA (Torres y Denisova, 2016). El estudio se basó en una serie de resonancia magnética en 1048 participantes que examinó el movimiento de la cara y cabeza de estos pacientes. Estos micromovimientos ocurren sin el conocimiento del paciente y sin importar el uso de medicación, coeficiente intelectual, o severidad del TEA. Encontré la investigación y los resultados algo artificiales porque los individuos con TEA encuentran generalmente más difícil el permanecer inmóvil mientras se estan encerrados en una máquina de MRI.
Es interesante que los autores apuntaron posibles vías de financiación repitiendo su mantra de que los micromovimientos pudieran ser un marcador para la Medicina de Precisión, pero prestaron poca atención a la posible base biológica de este fenómeno.
Varios estudios han demostrado que los individuos con TEA sufren de dispraxia (es decir, una pérdida en la capacidad de coordinar sus movimientos). La planificación de actos motores es defectuosa y por lo general se manifiesta como torpeza al caminar o correr, una deterioración de la escritura, y una falta en las habilidades de imitación. En muchos casos, la dispraxia es el resultado de una organización inmadura de las vías motoras en el sistema nervioso y tiende a mejorar con el tiempo. En décadas anteriores, la condición se llamaba el “Síndrome del Niño Torpe”, pero su connotación peyorativa ha llevado a los científicos a volver a la nomenclatura griega. Los primeros indicios de que un niño puede tener dispraxia incluyen (http://www.dyspraxiausa.org/symptoms/early-symptoms/):
• Irritable y dificultad en ser consolados desde el nacimiento
• Dificultades en alimentación: alergias a la leche, cólicos, dieta restringida
• Dificultades para dormir: problemas para establecer rutina, requiere constante reafirmación por adultos
• Desarrollo motor temprano retardado: sentarse sin ayuda, rodar de un lado a otro (normalmente no pasan por la etapa de arrastre)
• Altos niveles de actividad motora: movimientos constantes de brazos y piernas
• Comportamientos repetitivos: golpear la cabeza o
• Sensible a altos niveles de ruido
• Problemas continuos con el desarrollo de habilidades de alimentación
• Se puede retrasar el entrenamiento de los aseos
• Evita los juguetes de construcción tales como rompecabezas y Lego
• Retraso en el desarrollo del lenguaje: palabras únicas no evidentes hasta la edad de 3 años
• Altamente emocional: fácilmente afligido, frecuentes estallidos de comportamiento incontrolado
• ¿Concentración limitada a 2 ó 3 minutos en cualquier tarea?
Dispraxia puede afectar muchos movimientos musculares, incluyendo los de la cara y la boca. Aunque la dispraxia puede ser obvia cuando el individuo intenta hablar, también puede ser perceptible (en menor grado) cuando el individuo está en reposo. Esto puede conducir a comportamientos repetitivos, irritabilidad, incapacidad para permanecer quieto, pero tal vez también a los movimientos involuntarios observados por los científicos de Routgers.
Cuando las masas profundas de materia gris se ven afectadas en el cerebro (es decir, los ganglios basales), la parálisis cerebral puede dar lugar a movimientos involuntarios llamados discinesias. Este tipo de movimiento, al igual que aquellos propiciados por la dispraxia, está fuera del control del individuo y pueden adquirir diferentes formas: torsión, lento, danza-irregular e impredecible. A veces las personas que sufren de discinesia aprender trucos sensoriales para disminuir sus movimientos, incluyendo, el tocarse la cara o la barbilla con un dedo o doblar la mano bajo la barbilla. Todo esto se hace espontáneamente sin que el paciente note lo mismo. Estos trucos sensoriales no estarían disponibles dentro del espacio cerrado de una máquina de MRI.