Durante mucho tiempo he estado interesado en el uso de extractos de plantas de cannabis como una forma de tratamiento para las convulsiones, ansiedad y conductas inadaptadas observadas en los trastornos del espectro autista. De hecho, mi familia ha desempeñado un papel importante en los esfuerzos para legalizar el uso de cannabinoides en los Estados Unidos; y, a consecuencia de lo mismo, mi nietecito se convirtió en el primer paciente en usar estos compuestos en el estado de Utah. Desafortunadamente, los cannabinoides no controlaron las convulsiones de mi nietecito. Sus convulsiones solo remitieron después de una estricta adherencia a una dieta cetogénica. Sin embargo, muchos otros amigos y pacientes en nuestras clínicas han experimentado mejorias. Por muchas razones, miro hacia el día en que pueda realizar un ensayo clínico con cannabinoides junto con la estimulación magnética transcraneal (EMT). Creo que el uso concurrente de las mismas proporcionaría efectos sinérgicos.
El término cannabis abarca un grupo de plantas con flores que tienen dos especies principales: el cáñamo y la marihuana. Estas plantas tienen miles de compuestos químicos que pueden derivarse y concentrarse mediante un proceso de extracción que involucra varios pasos, como la destilación o el prensado en frío. El resultado final del proceso de extracción es una mezcla cruda de muchos productos químicos que pueden incluir elementos indeseables. La mezcla cruda luego se refina para eliminar estos compuestos indeseables, lo que brinda un paso importante para garantizar la calidad del producto. Desafortunadamente una parte de la seguridad conferida por el proceso de refinación es negada por una industria a la que actualmente se le permite la autorregulación. Esto ha fomentado una industria química que carece de estándares de salud y seguridad. Como ejemplo, la verborrea comercial describiendo una crema que contiene productos «ricos en CDB», puede servir para ocultar porcentajes ampliamente fluctuantes. En este escenario, el comprador asume todos los riesgos, incluso ante la publicidad engañosa.
Los productos de cannabis refinados se venden en preparaciones diferentes para uso tópico, fumable o ingerible. Independientemente del medio de administración, estos químicos actúan en última instancia sobre receptores dentro del sistema nervioso. Estos receptores forman parte de un sistema regulador, el «sistema endocannabinoide», que esta involucrado en un conjunto amplio de funciones fisiológicas; por ejemplo, fertilidad, embarazo, apetito, sensación de dolor, estado de ánimo. El cannabis medicinal aumenta la neurotransmisión inhibitoria y rescata comportamientos sociales de tipo autista en animales utilizados como modelos de la enfermedad (Kaplan et al., 2017). Como indique anteriormente, creo que el uso de estos compuestos en conjunto con el EMT puede proporcionar una sinergia para aliviar el déficit inhibitorio observado en el TEA.
Los dos compuestos más conocidos derivados de la extracción de la planta de cannabis son el tetrahidrocannabinol (THC) (un compuesto psicoactivo que produce una sensación de euforia) y el cannabidiol (CDB) (un compuesto no psicoactivo con cierto valor terapéutico en el tratamiento de dolores artríticos, ansiedad y ataques de pánico). Algunas personas han dicho que el CDB es el yang del yin del THC; mejora la ansiedad sin producir una euforia. El CBD también se conoce como «aceite de cáñamo» debido al hecho de que generalmente se extrae de esta especie de planta. El cáñamo tiene poco o nada de THC. Es legal, en los 50 estados, el vender CBD con menos de 0.3% de THC. Se pueden obtener formulaciones con niveles más altos de THC si lo prescribe un médico autorizado. Para verificar aquellos estados en los EU en los que se ha legalizado el uso de cannabinoides, visite: http://www.ncsl.org/research/health/state-medical-marijuana-laws.aspx?fbclid=IwAR2GYvhwhcVJe1ZYKvV3n6r87nJ6buTQZ0rCPdi61N9CKqgFYa-vaDzfePM
Aunque la prensa moderna difunde el uso de la CDB como una panacea para todo tipo de dolamas, la cantidad de información derivada de ensayos clínicos en la literatura medica es sorprendentemente limitada. La aprobación por la FDA de un elixir de grado farmacéutico (Epidolex) para el tratamiento de dos tipos raros de epilepsia infantil (el síndrome de Lennox-Gastaut y el síndrome de Dravet) ha estimulado el interés público. Según una investigación publicada en 2017 por el Journal of Epilepsy Research: «Los resultados de estos estudios demuestran que, a una dosis de 20 mg/kg/día, la CDB agregada al tratamiento de drogas anti-epileticas preexistente es superior al placebo para reducir la frecuencia de las convulsiones (tónico-clónicas, tónicas, clónicas y atónicas) en pacientes con síndrome de Dravet, y la frecuencia de las crisis en pacientes con síndrome de Lennox-Gastaut. En los últimos pacientes, una dosis de 10 mg/kg/día de tratamiento también fue superior al placebo. Por lo tanto, ahora hay, por primera vez, evidencia de clase 1 que la CDB mejora el control de las convulsiones cuando se agrega a otras drogas anti-epilepticas en pacientes con dos encefalopatías epilépticas que son difíciles de tratar”.